La creación del hombre según la mitología griega. Las tretas de Prometeo.

torture of Prometheus, by Salvador Rosa - Corsini Gallery, Public Domain

La creación del hombre según la mitología griega. Las tretas de Prometeo.

Como este post recibió muchas visitas, he decidido agregarle contenido extra. Continuando con las historias de origen, esta vez me centraré en el mito de la creación del hombre en la mitología griega.

Una tierra… ¿Vacía?

Al principio, los dioses gobernaban un mundo habitado sólo por plantas y animales. Aquí es donde entra en juego un titán llamado Prometeo, hijo de Jápeto. Su madre era Asia en algunas versiones y Clímene en otras.

Un día, Prometeo se dio cuenta de que era necesaria la existencia de otras criaturas. Se las imaginó con dos brazos, dos piernas, una frente amplia, caminando erguidas, con una chispa de inteligencia en la mirada y, lo más importante de todo, poco pelo (eso de tener mucho pelo era poco higiénico). Así pasó varias noches soñando con esas criaturas de su imaginación.

Cuando tuvo esa imagen bien nítida en su cabeza, decidió moldearlas con una mezcla de arcilla y fuego. Se imaginaba que esas criaturas le agradecerían eternamente por haberlas creado. Así pasó varios días, en la oscuridad de una cueva, moldeando sus creaciones.

Manos a la obra

Las primeras estatuillas le salieron muy toscas, pero a medida que fue practicando, le fueron saliendo más parecidas a la imagen en su cabeza. Así, los primeros intentos fueron quedando en el fondo de la cueva y en el frente, las mejores versiones.

Un día, su hermano Epimeteo entró en la cueva, vio las estatuas y le advirtió que Zeus se enfadaría si llegaba a enterarse. Tenía razón: Cuando el rey de los dioses supo lo que Prometeo había hecho, se llenó de celos y rabia.

Zeus le ordenó a Prometeo deshacerse de las figuras. Pero Prometeo, en un obvio intento de manipulación, le pidió conservarlas para la gloria de los dioses. Zeus no logró percibir las intenciones del titán y, básicamente, cayó en la trampa y accedió. Eso sí, les dio a Prometeo y Epimeteo una noche para asignarle a esas criaturas los dones que creyeran convenientes. Después de ese tiempo les daría vida, estuvieran como estuvieran.

Yo me encargo de todo

Epimeteo le pidió a su hermano que le permitiera encargarse del asunto y se fuera a descansar. Prometeo accedió y pronto se arrepentiría de ello. Porque a la mañana siguiente, vio con horror que su hermano había empezado por las figuras del fondo, las imperfectas, y no había tenido tiempo de asignarle ningún don a las más estilizadas.

Aún peor, a las figuras del fondo les había puesto garras, colmillos, mucho pelo y muchas otras habilidades, que les darían ventaja. Mientras tanto, las figuras más estilizadas, permanecían desnudas, descalzas y desprotegidas.

Pero no todo era negativo: Las figuras más estilizadas eran bellas y tenían una chispa particular en sus ojos. ¿Sería suficiente con eso? Ya no tendrían tiempo de averiguarlo: Un rayo de luz entró en la caverna. Era la luz de la vida. A Prometeo se le llenaron los ojos de lágrimas: había llegado el tiempo de los hombres, aunque también, el tiempo de las bestias.

El destino de Prometeo

Pero las tretas de Prometeo a los dioses no terminaron allí. También urdió un plan que consistía en realizar un sacrificio de un gran buey. Dividió al buey en dos partes: en una puso la piel, la carne y las vísceras, y en la otra puso los huesos, pero los cubrió con grasa. Dejó que Zeus eligiera la parte que comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando supo que debajo, sólo había huesos. Desde entonces los hombres queman los huesos en sus sacrificios y comen la carne.

Pero Zeus se vengó del engaño, prohibiendo el fuego a los hombres. Así que Prometeo decidió robarlo. Subió al Olimpo, lo tomó del carro de Helios (o de la forja de Hefestos en otras versiones) y se lo llevó de vuelta a los hombres en el tallo de una cañaheja (que arde lentamente). Desde entonces, en muchos períodos de la historia, la humanidad vio a Prometeo a veces como su protector y el protector de la civilización, a veces como un rebelde que buscó igualar a los humanos con los dioses y a veces como el ladrón de la inocencia humana que sólo trajo sufrimiento.

Ante este nuevo atrevimiento, Zeus se vengó, haciendo que llevaran a Prometeo al Cáucaso. Allí, Hefesto lo encadenó con ayuda de Bía y Cratos (¿Será el mismo Kratos del video juego? Si alguno lo sabe deje un comentario). Entonces, Zeus envió a un águila, que era hija de Tifón y Equidna, para que se comiera el hígado de Prometeo. Pero como Prometeo era inmortal, su hígado volvía a crecer y el águila volvía a comérselo cada mañana, repitiendo el ciclo una y otra vez por toda la eternidad, o al menos, eso parecía.

Hércules al rescate

Mucho tiempo después, cuando Hércules se dirigía al jardín de las Hespérides, pasó por el lugar, donde Prometeo sufría su castigo y le disparó una flecha al águila. Esta vez, Zeus dejó pasar la intervención de su hijo, básicamente, porque era su hijo.

Así, Hércules liberó a Prometeo, aunque este último debió llevar para siempre los grilletes en sus muñecas. Pero de todos modos, Prometeo se sintió agradecido y, por esa razón, le reveló a Hércules cómo obtener las manzanas doradas de las Hespérides.

Hércules tuvo muchas aventuras como éstas de las que puedes leer aquí. También, puedes encontrar un post donde hablo de su ridícula muerte aquí.

Bibliografía


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