¿Hace mucho que esperás el colectivo?

¿Hace mucho que esperás el colectivo?

Siguiendo con la idea de mejorar mis cuentos, les traigo la nueva versión:

En ésta ocasión me propongo deleitarlos con un cuento de terror de mi autoría. Aquí vamos:

¿Hace mucho que esperás el colectivo?

Cuando era niño, mi padre solía llevarme de pesca.

Al principio, mi madre se oponía, supongo que porque yo era muy pequeño. Pero cuando tuve cierta edad, ella accedió.

Mi tía abuela, por otro lado, tenía sus reparos.

-¡Ay, señor! -le decía a mi padre con preocupación- Usted es tan distraído… El niño podría caerse al agua y usted ni siquiera lo notaría…

Y a mí me decía:

-Cuidado con el agua…

Pero el resto de la familia atribuía sus comentarios a que, posiblemente, ella padecía de hidrofobia, por lo que no le hacían demasiado caso.

Salíamos de la casa de madrugada y, normalmente, teníamos que tomar dos colectivos, para llegar a la costa del río. Luego, una lancha de pasajeros nos llevaba al otro lado del río, a una pequeña casa de vacaciones que pertenecía a un vecino, y que, de vez en cuando, nos prestaba. Ésta fue una de esas ocasiones.

Salimos de la casa, y nos dirigimos a la primera parada de colectivos.

-Esperame acá -dijo mi padre, seguido de una explicación de dónde iba, que ya no recuerdo.

Estuve esperando allí, en la calle, solo. No sé cuánto tiempo pasé así. En ese momento, no le di demasiada importancia. No llegaba a dimensionar, lo que significaba que un niño pequeño estuviera allí, a altas horas de la noche. Es cierto, eran otras épocas, pero…

Entonces pasó algo que lo cambió todo: Un hombre llegó a la parada. Parecía de entre 20 y 30 años. Su cabeza casi llegaba al techo que cubría la parada de colectivo, lo cual acentuaba aún más su delgadez. Sólo recuerdo su rostro de manera difusa. No le di demasiada importancia… hasta que me habló.

-¿Hace mucho que esperás el colectivo?

En ese momento, sentí como si un millón de alarmas empezaran a sonar al mismo tiempo por todo mi cuerpo. ¿Sería una pregunta inocente?¿O tenía un propósito más oscuro? Y eso que no sabía lo irregular de la situación que resulta de que un extraño, adulto, hable con un niño que no conoce, en la calle, a esa hora, sin los padres presentes… Me inclinaba más por la primera opción. Mi cuerpo no podía estar mintiéndome. Hoy sé que no lo hacía. Estaba en peligro. Comencé a caminar nerviosamente de un lado a otro. No podía sólo irme, me habían dicho que esperara allí.

-¡Eu! -me llamó, al ver que no le respondía.

-Qué -contesté.

-¿Hace mucho que esperás el colectivo? -repitió.

No quería responderle. En parte porque no era algo que yo pudiera saber en primer lugar. Pero también porque, de alguna forma, sabía que no era a mí a quien debía preguntarle, si no a mi padre. Sí, ese que me había dejado solo sin pensar en los posibles peligros que ello implicaba. Tal vez debí explicarle que estaba esperando a mi padre, que él vendría pronto. Después de todo, era la verdad, y eso seguramente lo disuadiría de… lo que sea que estuviera tramando. Pero no pude. Sólo atiné a balbucear algo ininteligible.

No recuerdo bien lo que pasó después. Creo que no volvió a hablarme. Eventualmente se marchó.

Un rato después, mi padre regresó. No le conté lo que había pasado. Pensé que no le daría ninguna importancia. Pensé que tal vez, incluso, me reprendería, por no querer hablar con aquel sujeto. ¿Habría sido así? Nunca lo supe. Con el tiempo, nos fuimos distanciando cada vez más, hasta el punto en que dejó de importarme las posibles explicaciones que tuviera para su conducta de aquella noche.

El resto del viaje transcurrió sin pena ni gloria. De hecho, no recuerdo nada de él. Salvo aquel momento digno de una película de terror.


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