Ares y Afrodita: Con las manos en la masa

Ares y Afrodita, atrapados por la red de Hefestos

Ares y Afrodita: Con las manos en la masa

Como este post recibió muchas visitas, he decidido agregarle algo de contenido extra. En esta ocasión, relataré una historia digna de un talk show. Muchos de los que padecen mal de amores se sentirán identificados.

Un poco de contexto

Hefestos era un dios deforme y rengo. También era un poco torpe para todo, menos para trabajar los metales en su taller. En ese sentido era muy trabajador. También era conocido por tener buen corazón.

Pero su infancia fue difícil: Al nacer, su propia madre, Hera, lo rechazó por su fealdad y lo expulsó del Olimpo. Pero Hefestos se vengó: Construyó un trono mágico y engañó a su madre para que se sentara en él y quedara atrapada. Hefestos accedió a liberarla con una condición: Que le dieran a Afrodita en matrimonio. Zeus accedió y Hera quedó libre.

Afrodita, como era de esperarse de una diosa del amor, era la más hermosa de las diosas, y no tenía problema en ostentarlo, vistiendo sólo con una túnica de gasa semitransparente que dejaba muy poco a la imaginación. Pero Hefestos no necesitaba verla desnuda, porque podía ver el fuego de la pasión que ardía en su interior.

Un matrimonio difícil

Afrodita detestaba a Hefestos, a pesar de los esfuerzos del muchacho por conquistarla, que incluían regalarle toda clase de joyas, que él mismo fabricaba en su taller.

Mientras tanto, Afrodita le dirigía miradas furtivas a Ares, dios de la guerra. Ares era fuerte y tenía un cuerpo esculpido por las incontables batallas. Estaba acostumbrado a tomar a las mujeres por la fuerza, pero con Afrodita, entendió que no sería necesario.

Cuernos, cuernos, y más cuernos

Ares y Afrodita comenzaron a reunirse en secreto para tener sexo. Ares le ordenaba a Alectrión (un joven que lo acompañaba siempre) que vigilara hasta el amanecer, porque el dios Helios lo veía todo y podría descubrirlos.

Para los antiguos griegos era normal que un dios tuviera sexo ocasional con quien quisiera, otro dios o incluso un mortal. Lo que no estaba bien visto, era tener un amante fijo, y estos dos repetían sus encuentros con frecuencia. Eso sí era una transgresión grave.

Con las manos en la masa

Al principio todo iba bien para los dos tortolitos traidores, pero un día, Alectrión se quedó dormido. Entonces, el dios Eos corrió la cortina de la noche, para que Helios pasara con su carro por el cielo.

Cuando Helios pasó con su carro por donde estaban los amantes, los descubrió, durmiendo juntos, todavía desnudos, descansando luego de la maratón de pasión que los había ocupado la noche anterior. Helios fue inmediatamente  a contarle a Hefestos lo que vio (¡tenemos aun soplón!).

La venganza

Hefestos comenzó a fabricar pequeños aros de hierro, los forjó uno por uno, mientras sus lágrimas se mezclaban con el sudor provocado por el fuego de la fragua. Luego, unió los aros para formar una red.

Entonces, esperó a que estuviera a punto de amanecer, para arrojar la red sobre los amantes, relajados y satisfechos, que quedaron atrapados.

En otra versión, la red estaba hecha de hilos de oro, casi invisibles, y Hefestos la colocó a modo de trampa, sobre el lecho de los amantes, para dejarla caer sobre ellos, una vez que estuviesen dormidos.

El escándalo

Entonces, Hefestos llamó a los otros dioses, para mostrarles lo que Ares y Afrodita estaban haciendo.

Las diosas miraban de reojo y sonreían entre sí. ¿Acaso quedaron impresionadas por los atributos de Ares? No hay mucha información al respecto, pero podemos presumir que sí.

Los dioses hacían comentarios machistas y alguno que otro propuso un trío o incluso un intercambio de pareja.

El desenlace

Finalmente, Poseidón le pidió a Hefestos que los liberara. Afrodita huyó, avergonzada, a Chipre y Ares, a Tracia. Ambos prometieron no volver a verse, pero no se esforzaron mucho por mantener su promesa. Así que sus encuentros sexuales continuaron.

De esa relación nacieron Fobos, Deimos, Harmonía, Eros y Anteros.

Hefestos, por su parte, tuvo otros amores con otras hermosas doncellas. Así que si eres feo, no pierdas la esperanza.

Este escándalo le enseñó a los dioses que ni el amor ni la guerra podían ser controlados.

Bibliografía


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